viernes, 1 de enero de 2010

Nuevo año, nuevo calendario

Llegamos un año más a 1 de enero y celebramos el cambio de año. Con esperanza, y también algo de añoranza, nos introducimos en un nuevo año, finalizando una década y continuando este ciclo de nuestra vida.
Tiempo de pensar en como queremos reorientar el rumbo de nuestro camino.
¿Alguna vez habéis pensado porque cambiamos de año en enero, y no es por ejemplo el en febrero o en otro mes? ¿Siempre hemos tenido este calendario?
En el año 45 a.C, Julio César encargó al astrónomo alejandrino Sosígenes la elaboración de su calendario, fijando la duración en 365 días, aún así este calendario tenía imperfecciones y en el año 1582 el Papa Gregorio XIII encargó a Luis Lilio y a Christopher Clavius la reforma del calendario y construyeron el conocido Calendario Gregoriano. Este calendario fue poco a poco asumido por todos los países y es el mayoritariamente utilizado hoy en todo el mundo.
En la actualidad coexisten unos cuarenta calendarios, que no tienen nada que ver unos con otros.
En el último mes del año 2009 me he visto obligada a investigar sobre los calendarios en la Edad Media y es uno de los trabajos a los cuáles me he dedicado.
¿Qué es un calendario? Un calendario es la forma que tiene una sociedad de contar el tiempo. Su historia está estrechamente ligada al inicio de la astrología y por ende a la astronomía. A través del tiempo las diferentes culturas desarrollaron calendarios para medir el tiempo en función de las actividades de la vida cotidiana. Los primeros se basaron en las fases de la luna, luego, el movimiento del sol se convirtió en la base para el registro del tiempo.
Las variaciones entre estos muchos calendarios en uso desde la antigüedad hasta los tiempos modernos, han sido debidas a la inexactitud de los primeros cálculos de la duración del año, junto con el hecho de que un año no puede ser dividido exactamente por ninguna de las demás unidades de tiempo: días, semanas o meses.
El tiempo tenía gran importancia en la Edad Media y regía la vida rural, es por ello que los calendarios agrícolas eran numerosos.


La matanza del cerdo venía a representar el mes de enero en la mayoría de calendarios agrícolas.
En febrero, se solía representar con escenas de campo típicamente invernal, con campesinos calentándose al fuego.
En marzo, anunciando la primavera se representaba con el campesino saliendo al campo plantando o podando la viña eran representaciones frecuentes.
Abril y mayo suponían en el calendario, como en la propia vida medieval, la exaltación de la primavera. (Festejos de la llegada de la floración del campo).
La representación de junio, en cambio, resulta más confusa. Suele interpretarse como la labor de la escarda en la que el campesino entresaca y arranca las malas hierbas de los sembrados, la siembra del heno, recogida de hierbas y flores para San Juan…
Durante los meses de julio y agosto se trabaja el cereal y a esa labor estaban dedicados los calendarios.
Septiembre y octubre están dedicados al laboreo de la vid. La vid en esta época no constituía, corno el cereal, un alimento de primera necesidad; pero su cultivo, venciendo dificultades de clima y altitud, fue extendiéndose por todos los terrenos y llegó a convertirse en un complemento básico de la alimentación del que difícilmente se podía prescindir a no ser que fuera sustituido, según qué regiones, por otro tipo de bebida como la cerveza o la sidra.
En noviembre con la arada y la siembra acaba el trabajo agrícola propiamente dicho, puesto que ya se avecinan los fríos del invierno y sólo queda esperar, una vez más, los primeros brotes de la primavera.
El campesino, por último, celebra en diciembre el banquete de Navidad, y es usual la representación de mesas repletas de comida contrarrestando el hambre habitual del resto del año.
Medir el tiempo ha sido siempre una tarea que nos facilita la organización… El ansia de querer tener controlado cada centésima de segundo.
¿Te imaginas levantarte sin tener que pensar si es enero o septiembre, si es lunes o martes….?

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